Largas horas de trabajo bajo un sol directo, hacen mella del “chama” (chamaco). Este joven de 16 años, lleva practicando este arte durante 5 años, sus necesidades del hogar y personales lo han llevado a mostrar sus habilidades en las calles de San José. No se deja intimidar por compañeros más expertos, su deseo de seguir adelante lo motiva a salir todos los fines de semana a practicar este arte.

Tablas, balones, clavas, machetes, comida, así como ropa de cambio, viajan de semáforo en semáforo listos para ser utilizados. Cada malabarista lleva consigo todos los juegos que necesita para demostrar su show. En Costa Rica, el precio de los accesorios más básicos inician desde los ¢15000, lo que provoca que muchos de estos accesorios llevan más de 10 años en las espaldas de cada artista. Su mejor aliado…masking tape.

A pesar de que estos malabaristas muestran su energía durante horas y horas en cada semáforo, el cansancio no cesa, la fiesta del día anterior provoca buscar espacios donde recuperar fuerzas. Cada uno de ellos puede pasar aproximadamente 10 horas en un semáforo, por lo que cualquier espacio es válido para comer y descansar.

“Vagabundería” o “pintas”, así se les señala habitualmente, sin embargo otro sector, les valora, gusta de sus juegos y esfuerzo por salir adelante, a cambio colaboran de forma grata brindándoles apoyo económico y uno que otro almuerzo improvisado.
Para ellos, cualquier ayuda es valiosa, en las prisas de los semáforos las monedas y billetes vuelan, por eso escabullirse entre
los carros con tal de recolectar cualquier ayuda es parte de la adrenalina que se vive en los semáforos de la capital.

Para Jeff, el “compadre”, su monociclo el cual el mismo armó con sus propias manos, forma parte de su repertorio diario, muchos de los accesorios que utilizan estos artistas son creados por ellos mismos, para el, “esto le da más valor a su esfuerzo y arte”.

La jornada finaliza y es tiempo de ver el fruto de horas de malabarismo, para cualquier persona será un menudo que sobró, para estos jóvenes es la pasión convertida en sustento. Como ellos mismos mencionan, su arte es gratis para todo aquel que desee presenciarlo, “a cambio de una colaboración”. En un día bueno, han logrado recolectar hasta ¢40 000, sin embargo la creciente venta ambulante en las intersecciones ha
provocado la reducción en las colaboraciones, el mismo costó de la vida ha afectado ya que ¢100 o ¢500 “apenas alcanza para los pasajes”.

Para Foster(derecha) y Braulio(izquierda), lo primordial es disfrutar, “si nosotros disfrutamos la gente verá eso, no venimos a crear peligro en las calles, queremos mostrarle a las personas que puede existir arte urbano sano, tenemos necesidades como toda persona, pero si mostramos nuestra pasión el brete será más placentero y con eso esperamos que nos colaboren más”.

Este arte no está exento del peligro, una caída contra el asfalto, automóviles que no respetan las señales de tránsito, es el riesgo a asumir en el arte circense. Pero como ellos mismos dicen, no será el primero ni el último “accidente” (aunque esa no fue la palabra utilizada) que tendrán.

Para Jeff, ha sido un largo viaje, el gremio de malabaristas ha disminuido, a pesar de que las calles tienen más automóviles, las necesidades van en un aumento; lleva realizando su acto desde hace 15 años. Lo piensa varias veces en seguir realizándolo, “buscar un trabajo estable es lo que quiero pronto”, a pesar de que ha participado en actividades comerciales y de entretenimiento, ha tenido que salir adelante en los semáforos de San José.

Los semáforos de la UCR en San Pedro, es uno de los más cotizados por estos artistas, para ellos el horario inicia desde temprano para que no les quiten su lugar. Aún así, estos malabaristas se conocen por mucho tiempo, no hay egocentrismo permitido, suelen compartir los semáforos, mientras alguno hace sus malabares los demás practican una y otra vez sus habilidades, para ellos crear sus propio show es esencial. Así lo dice “chaky” que tiene una serie de juegos que involucra fuego, malabares, equilibro, entre otros, esto lo ha llevado a producir su propio estilo único y reconocido en este gremio.

Aplausos, dudas, sonrisas, desprecio; mucho de los espectadores visualizan el espectáculo desde primera fila, sin embargo, otros tantos los ignoran, a pesar de que estos malabaristas no piden dinero, es común que les cierren ventanas, volteen la cara y hasta uno que otro murmullo mal encarado salen al aire. A pesar de eso, la sonrisa siempre será el estandarte en el arte circense.

Muchos de estos jóvenes utilizan ésta plataforma para recolectar su tiquete hacia una vida diferente, a pesar de que aman este arte que conocen y practican desde niños, la ilusión de una vida más estable les motiva a pulsearla a pesar de las dificultades que conlleva estar en los semáforos, para ellos todos los esfuerzos serán recompensados tarde o temprano.

Entre tantas horas “compartiendo calle”, es común los momentos de ocio, contar experiencias, preocupaciones, historias, un poco de música y trucos nuevos. La creatividad llega en los momentos más tranquilos, por eso el compartir juntos es esencial en la creación de nuevos vínculos artísticos.

Cada artista lleva un look personalizado de acuerdo a su caracterización, chalecos, corbatas, medias, sacos, colas, bigotes, sombreros, todo cuenta para dar vida a un personaje único.

Con la implementación de la nueva ley de tránsito, realizar este tipo de actividades en las calles es prohibido, durante un tiempo los conductores reclamaron el peligro de realizar estos juegos en frente de sus automóviles, el riesgo de un golpe o accidente está ahí, sin embargo estos malabaristas han lidiado con eso durante años, saben del cuidado que deben tener y están consientes de que en cualquier momento la policía puede despojarlos de realizar lo que apasionan. Julián lo sabe, pero la necesidad no lo limita a salir y mostrar su espectáculo.

Las caracterizaciones de cada uno de estos artistas son dignas de una obra de teatro, Jeff con su especialidad de contact, rodea los semáforos de Zapote, uno de los más concurridos de la capital. Malabarista, mimo o ilusionista, su estilo único hacen de este todo un personaje entre las hileras de carros que lo ven a diario.

“Chaky”, a pesar de sus 21 años, es uno de los más experimentados y habilidosos, su show personal que lleva a diferentes lugares del país le ha creado una fama de crack, sin embargo como el mismo dice, “hago esto porque me apasiona”, a pesar de eso, el llevar el sustento a su familia principalmente a su hija de 10 meses, es uno de las tantas razones de seguir haciendo esto por muchos años más.

Estilos diferentes, personalidades distintas, juegos variados, cada artista ha llevado su personalidad a la calle y la demuestran en cada esquina; sin importar que llevan a sus espaldas, una sonrisa será siempre la bienvenida al show, su empeño se nota en cada gesto intenso y apasionado por lo que hacen.

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